christian ramírez¿Se imaginan una película que le guste a todo el mundo?
Una que identifique a papás y a hijos, que los críticos recomienden a ciegas, que el dueño del cine exhiba feliz. Una que sobreviva a la explotación mediática de los bloggers que comentan sin parar, a los videojuegos y a los juguetes inspirados en ella, a los millonarios contratos con las cadenas de comida rápida y a las posibles secuelas. Que emocione profundamente, que dé ganas de volver a verla (de inmediato) y después de comprarse el DVD. Una película que no te avergüence porque te gustó cuando eras niño y porque te sigue gustando diez, veinte años después.
No hay problema: Pixar las viene haciendo hace rato.
Esta compañía de películas “para niños” tiene resuelto lo que durante años volvió loco a Hitchcock, quitó a Coppola la fe en el cine (y en la vida), hizo de George Lucas un artista cobarde, y de Spielberg un escéptico: el matrimonio imposible entre masividad y calidad.
Desde el estreno de Tiburón y Star Wars a mediados de los 70, la desaforada búsqueda de público emprendida por los estudios generó en los mejores cineastas la tendencia contraria: la segmentación de mercado, la subdivisión de las categorías, la captura de bolsones de público cada vez más pequeños, el culto a las tribus. Comenzado el nuevo siglo, la brecha entre dólares y arte sólo se había hecho más profunda, salvo por una tremenda excepción: el filme anual de Pixar.
Haya sido con Buscando a Nemo, Los Increíbles o Ratatouille, el cine se llena de bote a bote, sin excepción. Y al final todos salen felices. ¿Gato encerrado? En absoluto. Sólo se trata de muy buenos filmes y a veces, como ocurre con Up, de productos absolutamente brillantes.
¿Cómo se llega a ser tan infalible? ¿Quién creó esta cadena de producción? ¿Acaso Pixar no era más que Disney con otro disfraz? ¿De cuándo acá las películas para cabros chicos son cine arte?
Vamos por parte.
1.- Pixar no es Disney. Aunque en 2006 ambas compañías se transformaron en una -produciendo en la práctica que la pequeña se tragase a la grande, porque la plana mayor de Pixar ocupó los puestos más importantes del directorio de Disney-, desde el principio de su relación, la filosofía empresarial de ambas se reveló distinta. Mientras Disney llevaba medio siglo actuando como una transnacional, Pixar nació como un laboratorio al interior de Lucasfilm, un rincón donde se desarrollaban soluciones de software que de a poco se entusiasmó con crear sus propias animaciones.
2.- Sus películas no son musicales “de monitos”. Esos eran la especialidad de la Casa del Ratón, que con La sirenita, El rey León, Aladdin y la Bella y la bestia, entre otras, había cogido un nuevo aire a principios de los 90 combinando la estética de la casa de juguetes con la de musical de Broadway. En los filmes de Pixar rara vez los personajes cantan y, sin embargo, sus bandas sonoras son infinitamente mejores.
3.- No se trata de obras “de autor”. Al menos no en el sentido clásico del término. Que no se engañen ni los críticos ni los cinéfilos obsesivos. No hay un solo personaje detrás de cada proyecto de la compañía. En esto sí que se parecen un poco a Disney, o, mejor dicho, a la estructura de trabajo creada por el tío Walt: grandes equipos de trabajo que van construyendo la historia desde cero. Guionistas, animadores, directores de foto y de arte, informáticos, expertos de marketing, todos dirigidos por la visión de uno o más jefes de proyecto. Más que a una película de Peter Jackson u otra secuela de Harry Potter, el proceso de una nueva película de Pixar a estas alturas se asemeja más a la creación de un nuevo producto de Apple.
4.- Sin embargo, tal como muchos autores, Pixar sí posee temas recurrentes. Según el propio John Lasseter (director de Toy Story 1 y 2, Bichos y Cars), la temática es una sola: el proceso de crecer. Cada personaje de Pixar sale al mundo en busca de sí mismo, se marcha más lejos o más cerca sólo para volver al punto inicial y comprobar cuánto cambio hay en el proceso. Sea el pequeño Flik, Rayo McQueen o Mr. Incredible. Ninguno se salva de esa transformación.
5.- Es un cine de personajes. Una de las cosas que más llenan de orgullo a Robert McKee, el profesor de guiones que recientemente impartió sus clases en Chile, es la legión de alumnos suyos que ha trabajado en las historias de Pixar. Y con razón: en un ambiente donde los guionistas suelen confiar más en los efectos especiales y el poder de la imagen de marca (Terminator 4, sin ir más lejos), filmes como Up poseen una estructura económica, donde nada sobra, cada acción tiene un sentido y lo que un personaje haga o deshaga se refleja de inmediato en el otro. Nada es gratis.
6.-A Pixar no le gustan las adaptaciones . Pero cuando las hace, vaya que elige bien los modelos. Al revés que Disney -que busca y busca grandes temas-, la compañía rara vez se entusiasma con historias ajenas. Lo hizo en el 98, cuando tomó prestada la premisa central de Los 7 Samurái de Kurosawa (nada menos), para armar el esqueleto de Bichos.
7.- El futuro no es sólo animación. ¿Quién dijo que esta gente sólo hacía dibujos? Quizás el desafío más interesante por delante no es Toy Story 3D (2010), ni El oso y el arco (el primer cuento de hadas de la compañía, programado para 2011) ni la misteriosa Newt (2012). Lo que de verdad tiene de cabeza a media compañía es 1906, su primer filme con humanos, basado en el terremoto y posterior fuego que asoló en aquel año a la ciudad de San Francisco.
¿Le gustará a todo el mundo, como todas las otras?
Quién sabe. Más que cualquier empresa creativa del siglo XXI, en el caso de Pixar, el futuro siempre está abierto.
Las cabezas pensantes detrás del éxito
Aunque no hay un claro autor detrás de todos los filmes, sí que existen en Pixar cerebros creativos que no tienen nada que envidiar a los mejores cineastas de estos años:
John Lasseter. La fuerza creativa que ha permanecido desde los días junto a George Lucas, el padre de Woody y Buzz y, por estos días, el hombre fuerte en la fusión con Disney, Lasseter fue quien insistió en que los filmes de la compañía serían historias primero y objetos de marketing después.
Ed Catmull. El hombre que desarrolló la tecnología (el software Renderman) que permite que dibujantes tradicionales se adapten casi de inmediato a las gráficas 3D que se han convertido en la marca de la compañía. Hoy es el presidente de animación en Disney y Pixar.
Steve Jobs. El hombre que, recién salido de Apple, compró la empresa en 1986 por 5 millones de dólares cuando Lucas tuvo que venderla para pagar los costos de su divorcio (cómo debe dolerle esa pérdida). Tremenda la visión de Jobs.
Brad Bird. De Los Simpson a The Critic, del Gigante de Hierro a Los Increíbles. Bird no se crió en Pixar, pero debe ser el cuentahistoria más talentoso con el que ha trabajado la compañía. Además es el papá de Remy, de Ratatouille.
Las películas: Pixel a Pixel
Toy Story (1995). La gran jugada de Póker: Steve Jobs se jugó todo porque el primer largometraje animado de la compañía recuperaría sus ganancias. Se quedó corto: resultó un clásico.
Bichos (1998). El gran filme de aventuras de los 90. La compañía todavía intenta igualar el equilibrio narrativo conseguido con Flik y sus amigos. Épica.
Toy Story 2 (1999). El extraño caso de la secuela que amplía y profundiza al original. De visión obligatoria antes del estreno de la tercera.
Monsters Inc. (2001). ¿El paso en falso? Los tiernos personajes se comen a una historia que por una vez le debe más de la cuenta a Disney.
Buscando a Nemo (2003). El otro gran salto. La odisea del pececito perdido y su papá acercó a la compañía al melodrama como nunca antes. No importa que la hayan convertido en una pesadilla “on ice”.
Los Increíbles (2004). James Bond, cómic, ciencia ficción, superhéroes (sin capa), soundtrack sinfónico. ¿Todo en el mismo paquete? Increíble.
Cars (2006). El filme más conservador y conformista de la compañía, es el que más se ha acercado a un realismo que roza el vértigo.
Ratatouille (2007). Se merecía el Oscar. A Mejor Película.
Wall-E (2008). Melodrama y ambición ilimitada. Al menos en la primera mitad, antes de que aparezcan los rechonchos humanos.
UP (2009). La obra maestra. Por fin.
Source: EMOL
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